viernes, 13 de noviembre de 2015

Educar es educarse



Efectivamente los educadores/as no salimos idemnes del hecho educativo, como creo que los soldados no salen indemnes de una guerra, por más que salgan viv@s.

Como en la guerra, hay intercambio de 'disparos', y a veces hay que desplazarse por el barro, que no le gusta prácticamente a nadie, a veces luchas a plena luz del día, y a veces en la noche más oscura. Y a diferencia de la guerra donde nunca hay vencedores/as, si hablamos de verdadera EDUCACIÓN, entonces podemos hablar de que la victoria es para tod@s.


Un educador/a es más un artista, que un técnico que aplica unos conocimientos preestablecidos para operar una máquina. Ya que dado que el entorno en el que opera el técnico esa máquina, suele ser estable, no cambia, obtiene siempre los mismos resultados.

En la educación por contra, en el trabajo con personas, aunque es cierto que tenemos certezas que nos revela la ciencia, y apuestas de trabajo que hacemos en base a nuestra intuición, hay mucha incertidumbre. Cada persona es un mundo. Y lo es porque ha vivido unas experiencias en el mundo, diferentes a las nuestras. Además para mayor complejidad, en la mayor parte de las ocasiones desconocemos casi por completo, cuales han sido.
Por lo tanto podemos intuir por qué una persona actúa de una forma u otra, pero nunca saberlo con total certeza, por eso la educación, al plantearse intervenir con cada persona, implica valentía y riesgo y si lo que quieres es ayudar a otra persona y no machacarla, empatía y compromiso con una VIDA BUENA.

Las cosas que hace un educador/a que funcionan con una determinada persona para ayudarle a crecer, a ser más feliz, no tienen por qué funcionar con otra persona, porque su historia es distinta. Y además la estrategia concreta rara vez viene en un libro, y aunque viniera, la 'interpretación' del educador/a es vital para el éxito de dicha estrategia.
'Las palabras llegan a la profundidad de la que salen' dicen, y yo creo que es cierto. Cuando estás realmente comprometido con el bienestar de tu educando, cuando empatizas y adaptas tu acercamiento, tu tono, al momento vivencial de esa persona, y cuando por tu trabajo e inteligencia encuentras las palabras oportunas que le muestre 'nuevos horizontes', notas cómo le estás 'tocando la fibra'. Si estás muy atent@, ves cómo vibra, cómo de manera innata su 'alma' detecta como auténtico, como verdad, como útil, aquello que le has dicho, que le has hecho sentir.

Ese momento es uno de los más bonitos, más plenos, más auténticos,  que un educador, que una persona, puede vivir. Es ese momento en el que haces la famosa 'conexión' íntima con esa otra persona, que difícilmente puede olvidarse.

Un ejemplo: Recientemente viví una de las relaciones educativas más complicadas que he experimentado. Un chaval al que quiero mucho, con necesidades educativas especiales, al que para que no se quedara marginado del grupo por su actitud, y sobre todo para que eso no lo arrastrara cuando los adultos que le queremos no podamos protegerle, tuve que decirle en el transcurso de uno de nuestros campamentos para jóvenes, cosas que no me apetecía nada decirle. Afortunadamente parece que fui capaz de transmitirle junto con eso, que por encima de ese mensaje de urgencia porque cambiara de actitud, estaba mi amor educativo por él, que pasara lo que pasara eso no iba a cambiar, y que precisamente por lo que lo quería le estaba diciendo esas cosas. Muy duro. Pero por mi sinceridad, mi compromiso, mi inteligencia emocional, parece que en esta ocasión conectamos, todo lo que dije, fue útil para él, y todo aquello nos unió más. Siendo honesto, son también abundantes los fracasos en esa conexión. Aún así feliz de conseguirlo en esta ocasión.

Pero para llegar a ese momento, individual o colectivo, que también los hay, has puesto tanto de ti, te has jugado tanto de tu yo más auténtico, te has expuesto tanto, que has consegido el éxito, sí, por ser sincero, valiente y auténtico, pero al 'abrir tus murallas' has dejado que lleguen emociones, vivencias, nuevas ideas del exterior, e igual que tú ayudaste a cambiar a tus educandos, ell@s te cambian a ti, de las más variadas e insospechadas maneras.

Un ejemplo reciente: Uno de los chavales más increíbles que he conocido en mis más de 15 años como educador es Sergio Ibarra, de 12 años, vecino de Madrid. Es el mayor experto en insectos que he conocido, un verdadero prodigio, a la altura, no me cabe duda, de los mayores expertos del país. Su pasión naturalista, su curiosidad arrolladora, su férrea voluntad conservacionista, juro que se me contagia imparablemente en una sola dirección: de él a mí, cuando lo habitual y parece que lo lógico, es en la dirección contraria.

Debo agradecer mucho a mis padres, a algun@s de mis maestr@s y más personas en mi tierna infancia, adolescencia y juventud por ayudarme a construir las cosas positivas de quien hoy soy. Pero hay otra parte de esas cosas buenas que hoy me construyen, que me hacen feliz y hacen feliz a los demás, que se las debo a miles de niñ@s, adolescentes, jóvenes y adultos con los que me he 'educado' en estos más de 15 años de camino educativo. A tod@s ellos y a los que están por venir, gracias. ¡Seguimos educando! :)