jueves, 21 de marzo de 2013

Lo que las púas no paran



No vivimos sol@s en la Tierra. Nos lo parece en demasiadas ocasiones. Por eso trazamos carreteras siguiendo la línea más corta entre dos puntos en un mapa, emplazamos infraestructuras donde nos place sobre un papel con garabatos. Es nuestro mundo virtual, ese mundo ajado, gris, con ese silencio terrible del hierro, ese mundo en el que algun@s nos hemos llegado a creer que somos la cima de la creación. Pero el cuerpo inerme de esta asombrosa criatura lo desmiente. Esa anatomía perfectamente cincelada por la evolución durante milenios, adaptada a la región paleártica con sus períodos fríos en invierno y su calor en verano, adaptada a los depredadores locales que salvo rarísimas excepciones no pueden penetrar la coraza de espinas queratinosas, tan fuertes, tan resistentes, que podrías levantar este Erizo de una sola de ellas. Cada primavera circulando por las carreteras de nuestro país, siento en numerosas ocasiones como si una de esas infalibles púas, prodigio defensivo evolutivo, se me clavara en el corazón mientras conduzco. Cada año descubro en los márgenes de nuestras carreteras a estos compañeros de Planeta, arrollados por nuestra civilización. Cada año mueren atropellados 30 millones de animales en las carreteras de España. Alrededor del equivalente a las dos terceras partes de la población humana residente en nuestro país. De los animales no humanos atropellados, al menos cinco millones son mamíferos, entre los que se encuentra el Erizo de la foto.

Esta foto la tomé en el término de Moncada ayer por la tarde. Me duele ese ser vivo, seguramente un vigoroso macho que no podrá fecundar a más hembras esta primavera, tras ese increíble cortejo nupcial repleto de gruñiditos, y en el que tras la cópula, el macho se aleja rodando hecho una bola, de la hembra. Pero sobre todo me duele el símbolo, de el hombre arrollando, atropellando, destripando y desparramando la naturaleza, que aunque lo olvidemos tantas veces, nos da la vida y el marco de nuestra felicidad.

Evitar los trazados que discurran por las áreas ecológicas más sensibles, pasos en las carreteras para fauna, corredores ecológicos de fauna que interconecten las zonas de alto valor ecológico, prohibición del uso de pesticidas, apuesta total, particular y pública por la agricultura ecológica, decrecimiento, fomento de la bici, del transporte colectivo menos impactante... Casi hay más soluciones que Erizos nos quedan para parar esta barbarie ¿Es este el modelo de relación que queremos con la Tierra? ¿Son estos nuestros valores?

Vuelve a mirar al Erizo. Escucha, sal de los límites de la construcción/desolación, la Tierra habla, te habla...
¡Escúchala! 

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